#Historia. Cuando enseñar a respetar a los abuelos es más que una obligación

Redacción

newssanmiguel@gmail.com

 

¿Que harías tú si ves a una abuelita con la boca y su mano llena de sangre porque el nietecito de 5 años de edad, la iba pateando, golpeando con sus puños y mordiendo cuando fue por él a la escuela?

Esta es la historia de Nadia, una sanmiguelense que hoy fue testigo de esta historia que parece sacada de un capítulo de La Rosa de Guadalupe, pero que ocurrió hoy, en una calle de la colonia San Antonio.

Nadia iba camino a casa cuando a su paso encontró a una abuelita que caminaba con dificultad, y el peso de los años que da la experiencia, corriendo tras un niño pequeño de uniforme amarillo y azul que gritaba despavorido por la calle de Refugio.

Ella dice, lo veía todo desde su casa, desde el momento en que un señor logró detener al chiquillo «berrinchudo» que traía en su cara manchas de sangre que le había sacado a su abuelita que peleaba contra él porque no había llevado con ella un juguete que le trajeron los «Reyes» y sólo pudo cargar una bolsa donde llevaba su mandado.

Señoras que pasaban veían a la abuelita luchar contra la «bendición» que le habían dejado a cuidar en su casa, mientras su mamá iba a trabajar, sin saber que en ese tramo de la escuela a casa, el niño trataría de escapar, golpearía hasta hacer sangrar a su abuelita y pusiera a las señoras «extrañas» que veían al chiquillo golpear a la señora, sin que ella pudiera controlarlo.

«¡Ya no tengo fuerzas!», le decía a otras señora que se acercaron a ella para tratar de ayudarla con la «bendición» de su familiar.

Fue hasta que una de esas personas que se acercaron a ella para ayudar, fue por su familiar para avisarles hasta su casa que ella no podía con el niño que llegó una mujer joven, un señor y una jovencita para llevarse al niño y rescatar a la abuela.

Aquí el problema no es el niño, «él sólo actúa de la forma que le ha funcionado para obtener las cosas», dice Nadia, «son los papás quienes no enseñamos a nuestros hijos el respeto por los adultos y por eso tenemos tantos problemas sociales».

Asegura que tras este suceso que pudo observar y ayudar en lo que pudo,  hace un llamado a los padres de familia que recurran a ellos para cuidar a sus hijos, que enseñen a los niños el respeto a los abuelos y la familia, porque «de por sí estamos como estamos y ellos, que ya cuidaron de nosotros, todavía les dejamos más chamba que no quieren y con niños tan groseros y mal portados como ese que apenas estudia el kínder. No quiero imaginar lo que les hará cuando sea más grande…»

 

 

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