#CasoRamón. Ramón y/o El Comandante Emilio declara: ‘(Aquí) el secuestrado fui yo’

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Redacción

newssanmiguel@gmail.com

Con info de Ana Solís

 

 

Valle De Santiago, Gto.- Después de 5 meses de ocupar la misma silla en una sala donde se realizó uno de los juicios más largos de todo el Estado, de escuchar a decenas de testigos y leer miles de hojas, el último turno fue para Ramón Guerra y/o el chileno Raúl Julio Escobar Poblete «Comandante Emilio», quien por primera vez uso uso del micrófono para contarle al Tribunal que lleva su caso, que en este proceso por secuestro: «El secuestrado fui yo».

«Buenos días, mi nombre es Raúl Escobar Poblete, soy chileno y un luchador social contra Dictadura en Chile. En mi estancia en México utilicé el nombre de Ramón Guerra Valencia por seguridad, por ser un perseguido social del gobierno de mi país.

«Ante ustedes (tribunal) digo que nunca hice mal uso del nombre de ‘Ramón’. Nunca estuve involucrado en estafas ni en problemas con la justicia. Nadie (en este juicio) ha dicho que tenga malas conductas. (El usar otro nombre) no fue para mentir sino para resguardar mi identidad, una que surgió cuando me detuvieron el 30 de mayo del 2017 en San Miguel de Allende».

Así comenzó su testimonio Ramón Guerra Valencia, en la única oportunidad que tendría dentro de un juicio que prolongó a 5 meses y que hasta ahora es uno de los más largos de la historia en Guanajuato y que ha logrado superar los narcobloqueos en carreteras de Guanajuato, la falta de gasolina, la entrada de la Marina en búsqueda de líderes del «Cártel de Santa Rosa» en Villagrán, la guerra contra el huachicoleo y cientos de muertes.

Por más de una hora, con la seguridad que le dio ver a sus amigos sentados en la sala a quien en los pequeños espacios de receso lanzaba sonrisas y besos, habló de lo que él vivió y ha vivido desde su detención, que en dos días (30 de mayo) se cumplirán 2 años de no volver a salir a la calle.

«Todo es un montaje. No voy a venir aquí a decir que soy una ‘paloma blanca’, pero todo lo están basando en una vida que dejé enterrada 30 años atrás y que surgió con mi detención».

Durante su intervención narró todo lo que desde su perspectiva ocurrió, desde esa mañana que salió de su casa para llevar a su hija al colegio Walfdorf, Árbol de vida hasta que fue al negocio de artesanías que tenía en la Plaza San Francisco al lado del jardín de San Miguel de Allende.

Para luego circular por Calzada la Estación con destino a Aurrerá para comprar papelería que su empleada le había solicitado.

«Un autobús se cruzó, hice el alto total y una patrulla accionó un ruido y me hice a la orille. Me bajé de la unidad y de ahí empezó todo…», narró Ramón Guerra y/o Raúl Escobar Poblete ante el Tribunal.

Tras varios detalles de su detención y de decir que él «no estaba» en la gasolinera, sino sobre la Calzada La Estación, un sitio paralelo al que se encontraba el taxista que denunciaba la existencia del paquete que le habían entregado en la Plaza Real del Conde y que debía llevar al Hotel Nirvana, la cual contenía el dedo y las cartas dirigidas al esposo de Nancy Mitchell, la mujer de origen extranjero que había sido secuestrada en el mes de marzo afuera de la tienda de Vía Orgánica en la colonia Guadalupe de San Miguel de Allende.

«Fueron policías municipales (Eliseo y José Humberto) los que me esposaron y me metieron a un cuarto (no a una celda). Me tuvieron ahí horas y llegaron unos hombres vestidos de civil para interrogarme… nadie me dejaba llamar ni comunicarme con mi esposa o mi abogado».

Fue al día siguiente, ya de madrugada y tras más de 15 horas detenido y sin comunicación que dijo al tribunal: «que llegaron como 6 ó 7 agentes ministeriales que me pusieron un paño en la cara y me lo quitaron cuando llegamos a la Estación del Ferrocarril. Ahí me golpearon, me pusieron electricidad en la cabeza, me patearon los testículos y me golpeaban con sus armas… Entre esos agentes iba uno que mencionó varias veces: José Rafael.

«Querían que yo confesara que era culpable (de secuestro) que si no iban a involucrar a mi familia y a mi hijo Carlos.

«Me amenazaban con golpear y violentar a mi familia si no confesaba lo que ellos querían. Ahí les dije que era chileno, que necesitaba la ayuda consular… Los golpes (de los ministeriales) me dejaron daños en los tendones y dos años después tengo aún las marcas de las esposas. De ahí nos fuimos a Guanajuato y cuando me iban a pasar con el médico legista quien dijo que mis golpes habían sido por ‘haber dormido mal’«.

Dijo en su audiencia que fueron 10 meses incomunicado, habitando una celda en la que había luz encendida las 24 horas, donde no le permitían ingresar vasos o platos para sus alimentos «por su condición». A su abogado no lo podía ver, las audiencias, dijo, no pudo asistir porque no se lo permitieron y un fiscal llamado Pedro Sierra Hernández, era el único que lo visitaba para para decirle que «se declarara culpable», que él (Pedro) se comprometía a que sólo pasaría 30 años en la cárcel cuando mucho, pero sólo había que formar un grupo para decir con quién trabajaba.

Fue hasta que puso una queja ante Derechos Humanos que le permitieron el acceso a su abogado,  las visitas de sus amigos y el inicio de su juicio que se resistieron a empezar .

A este juicio llegó de todo, en los que el señalado como presunto culpable de secuestro dijo que  desde su detención todo fue «un montaje».

Dijo que su debido proceso «estuvo viciado», que su detención estuvo «llena de violaciones», que los tiempos y fechas de los oficios de la Fiscalía no coinciden y que hasta las cadenas de custodia no supieron «armarlas».

Al hombre que señalan porque de tener secuestrada a una extranjera en un departamento de la colonia La Vista donde hallaron «tarimas» donde presuntamente tenía secuestrada a la mujer, dijo que no eran otra cosa que bases de cama porque es lugar lo rentaría en «Airbnb» y que en las imágenes de la fiscalía se pueden ver.

«(Aquí) yo fue el secuestrado y víctima de desaparición forzada. Me dejaron en el limbo. Me incomunicaron y segregaron por meses y sin derecho a ir a audiencias… Están (en Fiscalía de Guanajuato) jugando con la vida de la gente. Tengo 55 años y ver cómo juegan de esa manera para buscar culpables es absurdo.

«Con mi historia (en Chile) no puedo presentarme cono una persona sin mancha, pero en México, Ramón Guerra Valencia nunca hizo el mal…».

 

 

 

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