La reciente partida de Diane Keaton, a los 79 años, ha dejado una profunda huella en Hollywood y en el mundo del cine. En un conmovedor ejercicio de nostalgia y admiración, Woody Allen ha rendido homenaje a su antigua compañera y musa a través de un emotivo mensaje. Publicado en The Free Press, el ensayo no solo evoca su trayectoria profesional conjunta, sino que también recuerda la valiosa relación personal que compartieron a lo largo de las décadas.
El cineasta rememora su primer encuentro en 1969, una audición para la obra Play It Again, Sam en el Teatro Morosco de Nueva York. Allen describe a Keaton como “una persona única en el mundo”, revelando cómo su interacción inicial, marcada por la timidez mutua, dio paso a una conexión intensa. “Si Huckleberry Finn fuera una joven hermosa, sería Keaton”, escribe, capturando la esencia de su admiración. Ese encuentro fue el inicio de una relación tanto personal como profesional que sería fundamental para la industria del cine en los años 70.
A lo largo de su carrera, Keaton se convirtió en la protagonista de ocho películas de Allen, destacándose especialmente en Annie Hall, la cual le valió un Oscar a la mejor actriz en 1977. En su texto, el director confiesa que su criterio fue siempre el más valorado: “Nunca leí una sola reseña de mi trabajo y solo me importaba lo que Keaton opinara”. Esta devoción hacia su juicio estético revela la profundidad de su respeto y aprecio por su amigo y colega.
La relación de Allen y Keaton, que comenzó con una historia de amor, evolucionó en una amistad duradera, incluso después de su separación romántica. En su escrito, Allen celebra la versatilidad de Keaton, reconociendo su talento no solo como actriz, sino también como escritora y fotógrafa. Su característica independencia y confianza en su juicio artístico fueron cualidades que siempre lo cautivaron. “Si sentía que Shakespeare se había equivocado, no importaba quién lo elogiara: lo criticaba igual”, reflexiona, destacando la autenticidad de su espíritu.
El homenaje culmina con una melancólica reflexión sobre el legado que deja Keaton. La risa y el brillo que aportaba a cada entorno son recordados con cariño, mientras que Allen lamenta el vacío que su ausencia provoca en el mundo. A pesar de la tristeza, el cineasta aprecia que, aunque el mundo se redefine con su pérdida, sus películas y su risa perduran en la memoria colectiva. “Es un mundo más deprimente” sin ella, concluye, encapsulando la magnitud de su impacto tanto en su vida como en la cultura cinematográfica en general.
La bondad y el ingenio de Diane Keaton, visible en obras como El Padrino y Annie Hall, la consolidaron como un icono en el cine. La reverberación de su talento y la relación con Woody Allen continúan inspirando a generaciones de actores y directores de cine. En su emocionante mensaje, Allen no solo rinde homenaje a una colega excepcional, sino también a una amiga que dejó una marca indeleble en su vida y en la historia del cine.