En la tierra que fue de ‘El Marro’ hoy los niños sólo quieren jugar futbol

Redacción

newssanmiguel@gmail.com

Con info de Ana Solís

 

 

Jesús Alberto, César Giovanni, Bryan y Sergio tienen 13 y 14 años, estudian la secu y el futbol fue lo que unió sus vidas que hasta antes de hacer equipo, se movían por separado en una misma tierra, una en la que el país entero tenía los ojos puestos: la comunidad de Santa Rosa de Lima, en Villagrán, Guanajuato.

En esa tierra que nacieron, también nació la historia de un Cártel que aún trae de cabeza a las autoridades de Seguridad del país y el Estado.

Y es que en ese lugar en la que ellos sólo quieren jugar futbol y tener una oportunidad de pisar los empastados de los estadios más importantes del país, José Antonio Yepez, ‘El Marro‘, a quien señalan como el líder del Cártel del Huachicol en el país, construyó una fortaleza alrededor de sus vidas y les enseñó, desde chiquitos, a ver la vida pasar entre  hombres armados que «tiraban balas» a cada rato y por doquier.

 

Las balas se convirtieron en algo «normal» en su vida porque dicen, desde niños las escuchaban tronar.

«Lo hacían para  defender al pueblo. Así lo hacemos siempre», dice con tranquilidad Jesús, el más pequeño del equipo de futbol con el que Santa Rosa de Lima participó en la Copa fut Impulso 2.0 que organizó el Gobierno del Estado a través de la Secretaría Desarrollo Social y Humano, SEDESHU, en el que este año fue campeón el equipo de Zorros de Yuriria, en la categoría varonil de 17 a 18 años.

En la categoría donde compitió el equipo de Santa Rosa, el equipo ganador fueron los Stars de Purísima del Rincón, ganó en la categoría 14-16, mientras en la categoría varonil de 11 a 13 años, fue la Academia Atlas de Acámbaro quien alzó la copa del torneo.

Y fue a mediados de este año que Jesús, Bryan, César y Sergio unieron sus caminos para formar un equipo, luego de que la delegada de la comunidad les dijo que pronto comenzaría un torneo de futbol en el que ellos podrían participar… y ganar.

Se pusieron «pilas» y varios de ellos recorrieron los campos llaneros de fut en su comunidad para buscar talentos… así juntaron a 20 jugadores para formar el equipo de su categoría.

En esta Copa Impulso 2.0 en la que participaron  mil 187 equipos de futbol todo el Estado, ellos lograron pasar varias etapas.

Así corrieron, movieron el balón, burlaron al bando contrario y llegaron hasta la portería contraria para llegar a la semifinal en las canchas de la Deportiva de Celaya y hasta donde llegaron sus mamás y amigos para echarles porras.

Se dio el silbatazo y no pudieron lograr ese gol de la victoria. Con todo y eso su lugar de semi campeones nadie se los quita. Vencieron todos los obstáculos, rompieron esa fortaleza que los encerraba, salieron de su comunidad y ahora dicen, entrenarán más fuerte porque para el próximo torneo, quieren ser campeones.

 Jesús, Bryan, César y Sergio son sólo 4 de los 20 jugadores que pelearon por meses para estar en la final, en una final en la que el fútbol se ha convertido en «la salvación» para no andar de «vagos o mariguanos».

«Mi mamá está bien contenta de que haga deporte y no ande en cosas malas. Siempre he jugado y hoy tenemos un torneo que nos hace competir con otros y conocer canchas de otras ciudades. Eso se siente bien perrón», dice Sergio emocionado.

Jesús estaba feliz de estar en el estadio y espera un día que alguien de los «equipos grandes» lo vea correr en la cancha.

«Yo siempre he jugado futbol desde morrillo, pero mi pasatiempo eran los gallos, aunque siempre siempre y me gustó el futbol… y no soy tan maleta. Ojalá alguien algún día me vea», dice.

Para Jesús, Bryan, César y Sergio el futbol se les ha vuelto obsesión y ahora su «castigo» es que por ir mal en la escuela sus mamás no los dejen salir a entrenar.

En Santa Rosa de Lima ya sólo quedan algunos vestigios de lo que fue un gran emporio del Cártel dedicado al robo de combustible.

En ese lugar cada vez son menos las personas dispuestas a salir con palos, armas y a quemar vehículos para defender a quienes los encerraron en su tierra.

Hoy los niños quieren salir, viajar más lejos, a canchas más grandes porque en ellas quisieran jugar un torneo y ¿por qué no? ser los próximos «Chicharitos», un Hirving Loza, un Memo Ochoa o un Andrés Guardado porque si ya empezaron, ya sólo les falta un empujoncito más

 

 

 

 

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