Redacción
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Esta es una de las historias que nos complace compartir, cuando sabes que el corazón de un niño es tan grande que pueden dominar el mundo.
Se trata de la historia hecha en Michoacán, que Karen Espinoza Melgarejo compartió a través de sus redes sociales, cuando se encontraba en una taquería con su pequeño hijo Adalid quien robó su corazón y le demostró que es un chico de enorme corazón, luego de que el premio que ganó en una lotería, lo compartió con un hombre de la tercera edad que vendía dulces y llegó a un puesto de tacos con mucha hambre.
El relato de la madre indica que su hijo Adalid en cuanto lo vio se paró y le dio 40 pesos, que minutos antes había ganado jugando lotería, y el señor le trató de dar sus productos a cambio pero el niño le dijo que no, que mejor los vendiera.
No conforme con eso el niño buscó más dinero en su bolsa y le llevó 29 pesos más al hombre de la tercera edad; Adalid volvió a la mesa con su madre y con lágrimas en los ojos le pidió que le compraran algo de cenar, ya que el hombre se veía cansado y con mucha hambre.
Pero mejor te lo dejamos con las palabras de su mamá que te dan ganas de llorar y dice así:
«No suelo compartir cosas privadas y menos de mis hijos, pero Adalid hoy me dio una lección de vida.
«Siempre he considerado que a pesar de que es muy inquieto tiene un corazón enorme ❤️ pero en serio, hoy me dejo con la boca abierta y el corazón apachurradito.
«Estábamos cenando cuando llego este viejito vendiendo paletas de bombón, muy cansado, me imagino que de andar trabajando todo el día. Adalid desde que lo vio no lo dudo y se paró de la mesa y le regaló $40 que momentos antes había ganado jugando lotería mexicana. El señor le daba unas paletas y le contestó: ‘quédeselas y véndalas».
«Yo lo observaba inquieto y no dejaba de ver al viejito, de nuevo se para y me dice que le va a dar otros $29 pesos que traía y en eso regresa con lágrimas en los ojos y me dice: ‘mamá podemos comprarle unos tacos y un refresco por que mira, tiene mucha hambre-‘
«Le conteste obvio que sí, se dirige a él y le pregunta de qué los quiere, se los pide al mesero y estaba muy al pendiente de que se los llevaran rápido.
«En eso, de repente empieza a llorar y le pregunto ¿por qué? Me dice: ‘es que mira mamá, está cenando tan a gusto».
«De verdad que yo no sé quién le dio la vida a quién, a veces como mamá me pregunto si estoy haciendo bien mi trabajo como tal y dudo día a día si lo hago bien, pero acciones cómo estás me dan respuestas a todas mis dudas».