La compleja y letal realidad del narcotráfico en México ha tomado un giro alarmante con la llegada de mercenarios colombianos. Tras décadas de experiencias bélicas, exmilitares de Colombia han encontrado en los cárteles mexicanos un nuevo escenario donde aplicar sus habilidades. Entre los grupos que buscan su especialización se encuentra el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), conocido por su brutalidad y tácticas eficaces de dominio territorial. Este fenómeno no es nuevo, pero su reciente intensificación plantea una pregunta inquietante: ¿qué impide que este ciclo de violencia se frene?
La llegada de mercenarios colombianos a México
Desde hace más de quince años, las autoridades han registrado la presencia de exmilitares colombianos operando en diversas regiones de México, especialmente en los focos de violencia más agudos como Michoacán y Guanajuato. El llamado “triángulo de la muerte” se ha convertido en un campo de batalla donde la violencia entre cárteles ha escalado alarmantemente. Los mercenarios, con su experiencia en paramilitarismo y tácticas militares, son contratados para entrenar y ejecutar misiones para cárteles como el Cártel del Golfo, Cártel de Sinaloa y Los Zetas.
El fenómeno del reclutamiento
El proceso de reclutamiento para estos mercenarios se ha hecho cada vez más visible. Usualmente se efectúa a través de redes sociales y contactos antiguos en el campo militar. Mientras muchos exmilitares enfrentan un futuro incierto tras su retiro, algunos son seducidos por las ofertas económicas que superan con creces sus pensiones en Colombia, a veces alcanzando los 40,000 pesos mexicanos al mes, equivalentes a unos 10 millones de pesos colombianos.
La brutalidad de los cárteles y su alianza con exmilitares
Con la llegada de mercenarios colombianos, los métodos de tortura y ejecución han alcanzado nuevas alturas de brutalidad. Estudios indican que este intercambio de tácticas y armamento ha elevado el nivel de violencia en las operaciones del narcotráfico en México. “Son sanguinarios, vienen a lo que vienen”, afirma un agricultor de La Ruana, un testimonio que refleja el miedo y la tensión en la región. Este tipo de colaboración no solo fortalece a los cárteles, sino que también transforma el paisaje social de estas comunidades.
Un contexto de violencia y desafíos para el gobierno
Las estrategias fallidas implementadas por el gobierno mexicano han contribuido a que la violencia persistente se amplifique, dificultando el desmantelamiento de estas redes criminales. La peste del narcotráfico se entrelaza con la crisis de seguridad en Colombia, donde el actual gobierno lidia con sus propios problemas de violencia. Mientras tanto, la colaboración entre México y Colombia para frenar esta problemática sigue siendo prácticamente nula, lo que añade un nivel de complejidad adicional en la lucha contra el narcotráfico. El gobierno de Gustavo Petro, con su política de «paz total», se enfrenta a la fragmentación del crimen organizado que solo se ve agravada por la llegada de mercenarios al otro lado de la frontera.
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Impacto en la comunidad y el futuro de México
La situación es insostenible para las comunidades cercanas al epicentro de la violencia. Los testimonios de residentes destacan cómo la presencia de mercenarios ha intensificado el miedo y la desesperanza. Historias como la del alcalde de Uruapan, que ha visto cómo los mercenarios se han asentado en áreas antes pacíficas, pintan un cuadro sombrío. “La guerra no ha terminado; solo ha cambiado de forma”, señala. Es evidente que el intervencionismo de estos exmilitares no es un mero fenómeno de violencia, sino una manifestación de un sistema que lucha cada día con sus propios demonios internos.








