La polémica cuestión de si México es un narcoestado ha sido avivada por los constantes comentarios del expresidente estadounidense Donald Trump. En el contexto actual de 2025, resulta crucial examinar las afirmaciones de Trump y el estado real de la política mexicana en relación con el narcotráfico, donde los ecos de la corrupción y la violencia siguen marcando el pulso de la nación.
Las preocupantes aseveraciones de Trump sobre México como un narcoestado
Desde hace varios años, Donald Trump ha insistido en que México es «esencialmente dirigido por los cárteles del narcotráfico». Esta declaración no es meramente retórica; representa una acusación grave que apunta a la profundidad de los vínculos entre el crimen organizado y la política. Las percepciones en Estados Unidos han tomando fuerza, apoyadas por la realidad de que muchos políticos en México han sido citados en investigaciones por corrupción asociadas al narcotráfico.
Diversos factores que alimentan el discurso de un narcoestado
La historia reciente ofrece ejemplos que refuerzan este discurso. Hernán Bermúdez, ex secretario de Seguridad y Protección Ciudadana en Tabasco, ha sido señalado por sus vínculos con el narcotráfico y ha desatado un nuevo escándalo, evidenciando el tejido de la corrupción que afecta a varias administraciones. La conexión entre estos funcionarios y cárteles como los de Sinaloa y Jalisco subraya la gravedad de la situación.
El actual gobierno de Claudia Sheinbaum ha intentado distanciarse de tales acusaciones, rechazando categóricamente las insinuaciones de que su administración está aliada con organizaciones criminales. Sin embargo, la eliminación de figuras significativas del crimen organizado y la alta tasa de violencia siguen cuestionando la efectividad del gobierno en el control del narcotráfico.
Impacto en la seguridad y la política interna mexicana
En el trasfondo de este debate, se sitúa un sistema que parece estar al límite, donde la corrupción recurrente se entrelaza con la violencia de los narcos. La comunidad de Guanajuato, por ejemplo, ha sentido la presión de Los Zetas y La Familia, aumentando el temor entre los ciudadanos. Las políticas públicas, como la filosofía de ‘abrazos y no balazos’, implementada anteriormente por AMLO, han sido objeto de críticas tanto internas como externas, sugiriendo que no han logrado la paz esperada.
Reacciones y consecuencias a las políticas antidrogas
Las cifras de violencia han alcanzado niveles alarmantes, con más de 200,000 muertes violentas desde 2018. Los cárteles, desde el de Sinaloa hasta el Jalisco, continúan manteniendo un dominio territorial que escapa al control efectivo del estado. Aunque han ocurrido algunas detenciones de líderes, esto ha tenido un impacto limitado en la realidad sombría del narcotráfico en el país.
Además, la reciente administración ha comenzado a adoptar un enfoque más audaz en la extradición de narcotraficantes, añadiendo otro nivel de complejidad a esta situación. Mientras las transacciones entre los cárteles y ciertos políticos siguen siendo objeto de especulación, la lucha por el control del territorio sigue formando parte del día a día mexicano.
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¿Está México realmente gobernado por el narcotráfico?
Las afirmaciones de Trump tienen un trasfondo de verdad, pero es esencial matizarlas. La relación entre política y narcotráfico no es un fenómeno nuevo, y aunque ha habido una visibilidad más alta de los vínculos, muchas variables entran en juego en la evaluación de si el país se considera un narcoestado. La corrupción ha tejido una red que conecta a los narcos con el sistema político, aunque muchos funcionarios también están intentando romper con esas cadenas.
El contexto de poder, control social y político se entrelaza, creando una realidad en la que la percepción de que la política está controlada por narcos no es del todo infundada. La realidad continúa revelando la falencia del estado y la colusión que muchas veces se hace evidente en el alto número de asesinatos y en la falta de justicia para las víctimas del narcotráfico en el país.
