La procrastinación se ha convertido en un fenómeno común en la vida moderna, y muchos se han enfrentado a momentos en los que dejan tareas importantes para después. Esta tendencia, sin embargo, puede afectar profundamente el bienestar emocional. En el contexto del Día Mundial de la Salud Mental, que se conmemora cada 10 de octubre, es vital reflexionar sobre cómo esta conducta impacta nuestras vidas. Silvia Morales, psicóloga especializada en el área infanto-juvenil y adulto en el hospital Hospiten Roca, ofrece una perspectiva esclarecedora al respecto.
La procrastinación, más que simple pereza
La procrastinación no es simplemente una cuestión de falta de motivación, sino un mecanismo de defensa del cerebro. A menudo, las personas procrastinan porque no saben manejar la incomodidad que les provoca realizar ciertas tareas. Morales destaca que, a corto plazo, dejar algo para después puede proporcionar un alivio instantáneo, pero cuando se convierte en un hábito, sus efectos negativos empiezan a acumularse. El estrés y la ansiedad pueden aumentar, lo que lleva a problemas de autoestima y salud física, afectando la calidad de vida de una persona. Los expertos señalan que esta postergación deliberada se relaciona estrechamente con una variedad de factores emocionales, como el miedo al fracaso, la ansiedad y el perfeccionismo.
¿Por qué procrastinamos?
La decisión de procrastinar suele estar influenciada por una mezcla de emociones y factores psicológicos. Morales explica que es esencial reconocer que el procrastinar va más allá de la simple flojera. Miedo al fracaso, baja autoestima y perfeccionismo son solo algunas de las causas subyacentes. Esta falta de afrontamiento a situaciones difíciles lleva a las personas a evitar enfrentar tareas que podrían ser percibidas como amenazantes.
Además, existe una respuesta científica detrás de esta conducta. El cerebro, al intentar evitar el malestar, activa un sistema de recompensas inmediatas. Por ejemplo, es más tentador desplazarse por las redes sociales que abordar tareas que requieren esfuerzo mental. La amígdala, que regula el miedo y la ansiedad, se sobreactiva en situaciones que percibe como amenazantes, mientras que la corteza prefrontal, encargada de controlar los impulsos, disminuye su actividad. Esto lleva al individuo a optar por actividades más placenteras.
La gestión emocional como clave
Contrario a la creencia común de que la procrastinación se debe a una mala gestión del tiempo, Morales argumenta que en realidad surge de una mala gestión emocional. Para contrarrestar este fenómeno, es fundamental aprender a manejar las emociones. Procrastinar no se debe a la falta de esfuerzo o compromiso, sino a una estrategia que muchos utilizan para evitar el malestar vinculado a la alta autoexigencia. Esta relación entre la procrastinación y el perfeccionismo es crucial para entender cómo se desarrolla esta conducta. La autopresión generada por expectativas irreales puede resultar en un ciclo de ansiedad que alimenta la procrastinación.
Consecuencias negativas de la procrastinación
Postergar tareas puede llevar a consecuencias severas. A corto plazo, aunque puede proporcionar un alivio momentáneo, a largo plazo resulta en acumulación de responsabilidades y un aumento de la ansiedad. Los síntomas asociados incluyen insomnio, dificultad para concentrarse y problemas de memoria, lo que a su vez impacta negativamente en la autoestima. Estos sentimientos de culpa y frustración pueden hacer que las personas se sientan poco valiosas tanto en el ámbito laboral como académico, creando un ciclo perjudicial.
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Medidas para combatir la procrastinación
Para frenar la procrastinación, se pueden emplear diversas estrategias. Morales sugiere dividir las tareas en pequeños pasos y establecer plazos claros. Eliminar distracciones, como las redes sociales, y comenzar tareas aunque no se tenga ánimos son pasos cruciales. Además, cambiar de ambiente y mantenerlo libre de distracciones contribuye a una mejor productividad.
Es esencial también trabajar en la autoconfianza y la forma en que uno se habla a sí mismo. Dejar de lado pensamientos limitantes y enfocarse en las áreas que traen alegría y satisfacción puede ser liberador. La búsqueda del propósito personal, por ejemplo, es fundamental para recuperar la motivación. Al identificar actividades que realmente apasionan, se puede establecer un camino hacia la autorrealización, lo que reduce la tendencia a procrastinar de manera significativa.
La importancia de la autorrealización
Tener claridad sobre lo que se desea y encontrar el sentido de la vida puede marcar una gran diferencia en la lucha contra la procrastinación. No hay que esperar a sentir ganas para realizar una tarea; el esfuerzo inicial es necesario para formar un hábito. Morales destaca que esto puede llevar a la aparición de la ilusión y la motivación, rompiendo así el ciclo de la procrastinación. Avanzar sin miedo y activar la mente son pasos esenciales para mantener un cerebro sano y un bienestar óptimo.








