La comprensión de la inteligencia y su evolución a medida que se avanza en la vida ha sido objeto de estudio durante décadas. Arthur C. Brooks, profesor de liderazgo y gestión en la Escuela de Negocios de Harvard, ofrece una visión fascinante sobre cómo la cognición se transforma a partir de los 40 años. En su último libro, Brooks sugiere que lo que antes resultaba sencillo puede empezar a volverse complicado, una realidad con la que muchos enfrentan el paso del tiempo.
La transición en la inteligencia a lo largo de los años
Antes de los 40 años, la mayoría de las personas operan con lo que Brooks denomina inteligencia fluida. Esta forma de inteligencia se relaciona con la memoria de trabajo, permitiendo un enfoque ágil en la resolución de problemas sin depender demasiado de la experiencia previa. A medida que se atraviesa la barrera de los 40, esa capacidad parece declinar. La generación en esta etapa a menudo experimenta un agotamiento mental, enfrentándose a la sensación de que las tareas que solían manejar con facilidad se han vuelto desafiantes.
¿Qué sucede tras los 40?
A partir de este umbral, Brooks observa que la inteligencia cristalizada, que se basa en el conocimiento adquirido, comienza a florecer. Este tipo de inteligencia es vital, ya que se fundamenta en la identificación de patrones y en la experiencia acumulada a lo largo de los años. En lugar de depender solamente de la agilidad mental, los individuos empiezan a utilizar un acervo más rico de conocimientos para abordar desafíos. De hecho, Brooks menciona que es en esta etapa donde se puede alcanzar la verdadera maestría.
Reconociendo el cambio
El reconocimiento de este cambio resulta crucial. Brooks sugiere que el agotamiento que muchos sienten no es un reflejo de su capacidad disminuida, sino un signo de que es momento de ajustar la forma en que se aborda el aprendizaje. La edad trae consigo la oportunidad de aprender y de desarrollar una sabiduría más profunda, que permite a los mayores adaptarse a los nuevos ritmos de un mundo en constante evolución.
Cultivando la inteligencia cristalizada
La clave para aprovechar la inteligencia cristalizada es diversificar las experiencias educativas y laborales. Aquellos que siguen aprendiendo y explorando nuevas áreas de conocimiento suelen tener una transición más fluida a esta nueva etapa. Como sugiere Brooks, el conocimiento acumulado no solo enriquece la vida personal y profesional, sino que también ayuda a mitigar la sensación de pérdida de capacidad que pueden sentir muchos tras los 40.
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Un nuevo enfoque para la felicidad
Brooks, además, enfatiza la importancia de cambiar la perspectiva sobre la felicidad y el éxito en la vida. A medida que las personas dejan de compararse con los jóvenes y comienzan a valorar su vasta experiencia, encuentran un nuevo sentido de propósito. En este sentido, varios líderes empresariales y tecnológicos reconocen cómo la inteligencia evoluciona con la experiencia, desafiando la noción de que la juventud es sinónimo de capacidad.
Formas de abordar el futuro
En este contexto, fomentar un entorno de desarrollo continuo puede ser crucial. Participar en grupos de discusión, mentorías y actividades colaborativas puede ayudar a las personas a mantenerse motivadas y conectadas con sus pasiones. Con cada nuevo aprendizaje y experiencia, se construye una base sólida para enfrentar retos, convirtiendo lo que alguna vez fue una lucha en una oportunidad para brillar.
Al final, la inteligencia no es simplemente un recurso que se mide por la rapidez o la agilidad mental. A lo largo de los años, se desarrolla y se transforma en algo más rico y diversificado, lo que abre puertas a un nuevo horizonte de posibilidades. Así, el mensaje de Brooks resuena con todos aquellos que están en esta travesía: aceptar y abrazar la evolución es el primer paso hacia el crecimiento continuo.








