Paloma Maciel
Rodeados entre cerebros de estambre en un estudio alternativo, Daniela Edburg saca su mejor voz para envolvernos en el arte de adherir el tejido en sus fotografías. “Desde niña tejo, a partir de este trabajo no he dejado de involucrarme con este estilo. Fue al terminar una serie en 2007 en donde decidí tejer un tapete como plataforma de los personajes. El estambre tiene un simbolismo, es un medio, es escultórico, pero también es objeto. ¡Simplemente me encanta!”, menciona la también instaladora de arte.
Nacida en tierras americanas y residiendo actualmente entre San Miguel y México, regresa a estos lares de artistas para compartirnos de su trayectoria por la cual va siempre rompiendo paradigmas. “Lo que documentan mis fotografías es el final de un proceso muy largo, pues el tipo de trabajo que realizo es como una puesta en escena, una fotoinstalación. Siempre me ha gustado estar involucrada en todas las partes de la producción”, comparte Daniela mientras sostiene un corazón tejido en sus manos.
Después de especializarse en pintura estudiando artes visuales en La Universidad de San Carlos (D.F), Daniela Edburg se perfilaría hacia los hilos con- ductores de escenarios sui géneris a través de sus fotografías. Reconocida en 2010 como mejor artista extranjera en Italia, el proceso de creación en sus fotografías las basa a través de series y proyectos. De aquí salen ideas que giran en torno de un concepto fundamental. “La contradicción me inspira, es algo que siempre está presente. Es una representación como entre la celebración de la destrucción, o como el elemento de consumo que te acaba por consumir. Me llama la atención la idea de cuando tu creación se voltea para destruirte”, exalta en tono apasionado.
Del trabajo constante es como se inspira Daniela. Le gusta no repetirse, sin embargo tiene su sello, no se trata de algo estético, sino de humor, de la contradicción. Refiere a épocas distintas en sus obras. Escenarios indefinidos. “Me gusta que no sepas exactamente dónde sucede lo que estás viendo”, clama con un mirar fijo la artista visual.
El color y la composición es lo primero que toma en cuenta, con esto se apoya para construir y controlar la imagen hasta sus últimos detalles. “Quiero hacer proyectos que estén más fuera de mi control, busco más la colaboración no sólo con artistas, sino también con otras disciplinas”, añade la también conferencista.
Gran apasionada por el cine, la historia del arte, la publicidad y el urbanismo, proyecta de ellos su traducción a la fotografía. Le gusta referenciar, a lo que ella en tono de broma expresa: “En mi trabajo copio mucho, y copio bien”; y es a partir de ahí que hace su propia versión de las obras. “La idea de la originalidad es absurda, todo lo que hacemos es ir absorbiendo diferentes influencias y luego lo pasas por tu propio filtro. Ahora hice una serie que está toda basada en pintores renacentistas, mucho en Caravaggio”.
Tras regresar de una residen- cia en Islandia, y becada por el museo Quai Branly de París para mostrarse próximamente en la Capital francesa, Daniela Edburg se encuentra preparando una exposición en el DF para el mes de abril en La Casa Abierta al Tiempo, espacio de la Universidad Autónoma Metropolitana. La muestra lleva por nombre El promontorio del sueño, inspirado en un texto que escribió Víctor Hugo sobre la creatividad, los viajes y la imaginación.
Igualmente, su obra Parásitos y Perecederos, una imitación de imágenes renacentistas en donde aparecen retratados di- versos residentes de San Miguel de Allende posando con comida tejida, se expone actualmente en la ciudad de Boston hasta el mes de junio, bajo el auspicio de colecciones de arte contemporáneo del Fine Arts de Boston. “Estoy en una búsqueda que no termina, sino que apenas está empezando”, es como Daniela Edburg, innovadora artista, concluye la entrevista.