Redacción
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SAN MIGUEL DE ALLENDE.- San Miguel de Allende, famosa por su encanto colonial y su atmósfera tranquila, enfrenta una nueva realidad en la zona de Ojo de Agua, donde la inseguridad ha secuestrado la vida de los residentes. En su mayoría, habitantes extranjeros que llegaron buscando paz, ahora se sienten prisioneros de un entorno que se ha vuelto hostil y peligroso.
- Los hechos hablan: robos, violencia y desesperación
El Callejón Ojo de Agua y sus alrededores, que antes eran sinónimo de tranquilidad, se han convertido en escenario de robos, ataques violentos y amenazas con armas. Los ladrones no solo se limitan a entrar a las casonas de lujo, sino que someten a sus residentes con armas punzocortantes y de fuego, golpeando y amedrentando a quienes alguna vez pensaron que vivían en un paraíso.
Uno de los residentes extranjeros, quien prefirió mantener el anonimato, relató cómo la inseguridad ha tomado control de la zona:
«Aquí ya no estamos seguros ni dentro de nuestras casas. Los ladrones entran, te golpean, te roban, y lo peor es que lo hacen con total impunidad. Nadie nos protege.»*
- El comienzo de la pesadilla
La calma de enero de 2024 fue rota por el intento de tres asaltantes de entrar a una residencia en la parte alta de La Quinta. Aunque no lograron llevarse nada en esa ocasión, el daño sicológico quedó.
«Nos sentimos vigilados todo el tiempo, como si estuviéramos en una trampa,» cuenta la propietaria de la casa.
En abril, un incidente similar ocurrió en el Callejón Ojo de Agua, cuando un ladrón trepó por una terraza y destrozó una ventana para robar una computadora. A pesar de ser ahuyentado por los gritos de los dueños, el sentimiento de vulnerabilidad no desapareció.
- La escalada de terror
En mayo, otro intento de robo tuvo lugar en Camino Real de Xichú. Una señora escuchó ruidos en su balcón y aunque el ladrón huyó, quedó la certeza de que los muros y cerraduras ya no bastan para detener el peligro. Para muchos, la paranoia se ha vuelto una rutina, con más candados y menos noches tranquilas.
- La violencia física
El 1 de agosto marcó un antes y un después en Sancho Panza, cuando dos jóvenes atacaron a una mujer.
Armados, la arrastraron por la calle antes de que pudiera escapar. Cámaras de seguridad captaron el brutal incidente, un recordatorio de que en Ojo de Agua, la violencia ya no es solo una amenaza, sino una realidad tangible.
- Inacción de las autoridades
A pesar de las constantes denuncias, los residentes aseguran que la seguridad municipal no ha hecho lo suficiente para protegerlos.
«La policía no aparece cuando se necesita. Hemos pedido ayuda, pero aquí seguimos, viviendo con miedo cada día.»*
Este año también se descubrió un cuerpo parcialmente quemado en un solar cercano a la Capilla del Callejón Ojo de Agua.
La policía minimizó el hecho, pero los vecinos saben que el peligro acecha mucho más cerca de lo que parece.
- Vivir entre sombras
El Ojo de Agua en San Miguel de Allende, una vez símbolo de paz y exclusividad, ahora los residents extranjeros confiesan que es sinónimo de miedo.
Para los extranjeros que llegaron a vivir esa paz, la inseguridad ha robado lo que algún día fue su refugio.
En un lugar donde el encanto colonial se mezcla con la pesadilla diaria, vivir se ha convertido en una constante lucha por sobrevivir.
San Miguel de Allende ha cambiado, y los fantasmas de la violencia rondan sus calles.