Redacción
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Con info de Ana Gaby Hdez.
Polvorones, bolillitos, campechanas, trenzas, orejitas, donas, moños, así son los nombres que llevan algunas e las delicias que se preparan en las panaderías mexicanas y que por la mañana o tarde, acompañadas de un rico café, nos hacen el día.
Y si eres de los que camina temprano por el centro cuando vas al trabajo o la escuela, seguramente en una red las jardineras que está frente al templo del Oratorio, has visto a una sanmiguelense muy chambeadora esperando a sus clientes, con su gran canasto de pan dulce al lado.
Pues ella se llama Jaliza Villasana, una panadera y marchanta ambulante que todos los días llega desde la comunidad de Los Rodríguez a ofrecer que todos los días preparan entre ella y su esposo de manera artesanal.
La hora para levantarse es antes de que el sol se asome, porque apenas sale, ella debe estar esperando a sus primeros clientes ahí frente al templo del Oratorio.
Y así, desde hace 5 años, Jaliza llega todos los días a ofrecer el pan artesanal. Siempre en el mismo lugar y acompañada de 2 grandes canastos llenos de pan dulce.
Antes Jaliza, trasladaba sus dos canastas de pan en el transporte público (el camión de Los Rodríguez). Bajaba frente a los Juzgados y de ahí bajaba caminando hasta la Calzada de la Estación. Tocaba en todos los locales y casas que estaban en el transcurso de su recorrido y así se ponía vender.
Así fue como se hizo de clientes y ahora cada mañana está ahí, sentada en el mismo lugar.
«No te puedo decir que me va mal, porque dentro de lo que cabe la voy pasando. Con eso les di estudio a mis 3 hijas, con el pan que hacemos mi esposo y yo las saqué adelante. Me gusta mucho mi trabajo, porque de aquí sale… Como dicen vulgarmente, sale ‘el chivo del día», dice Doña Jaliza.
Si pasas por la Plaza de la Soledad la vas a ver, siempre con sus dos canastas llenas de pan, de lunes a viernes. Su hora de llegada es a las 7:15 de la mañana y desde entonces empieza a ofrecerlo a la gente.
«Lleve rico panecito para el desayuno, escójale o pruébelo sin compromiso», dice a la gente que pasea en el lugar.
Y aunque no siempre logra vender todas las piezas que trae, a veces vuelve a casa con 10 ó 15 panes, «pero casi siempre se termina todo y a la 1:00 de la tarde a más tardar me voy a casa».
«Es un trabajo muy bonito pero requiere de mucho esfuerzo. Se cansa uno bastante, más uno de mujer, que está aquí uno trabajando de comerciante, después llega uno a la casa a lavar trastes, a hacer de comer y a hacer los detalles de la casa para que esté limpio y poder descansar un ratito para volver a empezar», dice Jaliza.
Cada día, ella y su esposo elaboran 350 piezas de pan chico, otras de 2 piezas de pan grande y 13 ó 20 piezas de empanadas.
«A las 12:00 de la noche él empieza a trabajar, hace el pan, y yo me levanto a las 3:30 o 4:00 de la mañana, dependiendo de cómo está el tiempo. Si el tiempo está muy acalorado como ahorita, pues se hace rápido el pan, no se batalla mucho, y cuando el tiempo está frío pues es cosa de levantarse uno más temprano para darle su tiempo».
«Realmente es algo muy bonito ser patrón de su mismo negocio aunque sea chiquito, es muy bonito porque así uno si quiere trabaja, si no se compra uno lo que quiera, no depende de otra persona», recalcó la señora.
Jaliza Villasana es una sanmiguelense que decidió emprender y ponerse a vender delicioso pan, un pan hecho de forma artesanal y por gente de la ciudad.
Las piezas chicas de pan van desde los $3 pesitos y hasta piezas grandes de $6. ¡Bara bara! para quien ande buscando una rica Conchita de chocolate, de vainilla, cuernitos, bigotes de agua, hojaldras, cuernitos de mantequilla, orejitas, porque si quieres ir a comprar en las panaderías «gourmet» que encontrarás por la ciudad, te avisamos que con el costo de una pieza en esos lugares podrías llevarte desde 5 y hasta 10 piezas de pan hechas por grandes maestros panaderos de esta ciudad.