Redacción
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Santa Ferrer es una sanmiguelense nacida hace 52 años en el merito Barrio de San Antonio, lugar en el que habitó desde que nació hasta que sus padres murieron, cuando ella aún era soltera, una joven queriendo conquistar al mundo.
Pero las circunstancias no la dejaron avanzar, porque justo cuando sus padres mueren, el hermano mayor se quedó con la casa y ellas tuvieron que salir, «ahora dicen que ahora está malo de la vista, pero la verdad no lo busco. Él me cerró las puertas de la casa para siempre, es una historia muy complicada», dice.
«Nos decía que nos iba a tocar un hombre para que nos llevara a vivir con ellos y nosotras tuviéramos casa. En aquellos años estaban acostumbrados a lo que decía el papá o la mamá y si a ti no te dejó nada, pues te vas a la calle porque no puedes estar aquí. Esa historia nos pasó a nosotros».
Desde entonces la vida se ha encargado de encontrarle un lugar en la tierra donde nació, en su San Miguel de Allende querido, pero no uno que le guste ni la deje estar en paz.
Doña Santa vive desde hace 5 años en la colonia San Rafael, en un terreno baldío que se encuentra en la calle Cristo. Al aire libre, con las inclemencias del tiempo, duermen ella y dos hijos adultos y 3 nietos: el más pequeño de 1 año, otro de 2 años y una niña de 7 años de edad que estudia en la escuela primaria Hermanos Aldama. La comida la preparan en la estufa de ladrillos que tienen en el terreno que ahora viven.
A ese lugar llegaron por necesidad, ahí pagan 200 pesos de renta y no hay ninguna construcción. Con maderas y cartones formaron sus cuartos y es el lugar en el que habita la familia.
«Estuve 3 años en el Ejido de Tirado, rentaba y ya no me alcanzaba. De hecho no tenía trabajo y me vine para acá a la Colonia San Rafael y me dejó este terreno barato para vivir.
Ella trabaja en una dulcería de la calle Insurgentes por la tarde, y en la mañana recoge cartón y botellas de plástico. Sus dos hijos también tienen empleo pero el dinero no les alcanza.
«Nunca nos había pasado esto», dijo Santa.
Santa quisiera su propio terreno, pero por ahora apenas les alcanza para vivir.
«Cuando rentábamos teníamos un cuarto caliente, pero cuando ya no hay dónde meternos, las rentas están muy altas. Es lógico que ya no alcanza para vivir más o menos bien. Ahorita mi hijo y mi nuera son los que me ayudan con comida. Hemos estado viendo si rentamos un lugar, pero no nos hacen fácil el tema porque tenemos niños y otros solteros. En San Miguel todo ha cambiado y nada es barato y ni confianza en la gente tenemos piensan que todos somos iguales, que todos somos lo mismo. Yo no quiero vivir así y me digo a mí misma, algún día».
Lo que doña Santa tiene como habitación es una cama en una esquina del terreno. Una sombrilla es la que la cubre y cuando llueve, no hay objeto que quede sin mojarse.
«Vinieron de una iglesia y me trajeron un poco de madera y lámina para hacer un cuartito pero no quedó, se me cayó y ahora necesito armarlo otra vez», dice.
Ella vive en el San Miguel de Allende alejado de los reflectores y las lentes de las cámaras. En ese terreno tiene su mundo real, donde ella y su familia trabajan pero nunca alcanza.
Hace unas horas llegó el personal del DIF de San Miguel de Allende para llevarle una despensa y decirle que haga todo lo posible por comprar un terreno y así la pueden meter a un programa… «Si ni para la renta de 200 pesos me alcanza ¿de dónde quieren que consiga un terreno?».
Ella dice que no quiere un terreno regalado pero sí con facilidades, porque con eso de que la Ciudad se convirtió en la Más Bonita y la Mejor del mundo, ya todos se vienen a vivir, «ya para los que nacimos aquí no nos alcanza, aunque nos haya visto crecer».