EL otro día llevé a mi hijo de 9 años con sus compañeritos de escuela a un día de campo. Todos llegaron emocionados, y después de un rato de corretear por ahí, uno de los pequeños se me acerca y me pregunta que si en el lugar donde estábamos había señal de Internet porque querían ver un video desde su moderno celular. Al escuchar esto, yo me quedé perpleja y pensé: ¿Cómo es posible? si estamos en un lugar tan bonito y rodeado de árboles y naturaleza, habiendo tantas cosas que hacer, ver y hermoso para jugar, oportunidad que no se tiene al alcance todos los días cuando se vive en la ciudad.
La capacidad de asombro, virtud que no debe perderse
Es cierto que la tecnología avanza rápidamente, los niños desde muy pequeños aprenden a utilizar aquellos aparatos electrónicos y de tecnología, las nuevas generaciones van de la mano con los cambios innovadores.
Vivimos en un mundo saturado por los medios de comunicación. Hasta los niños más pequeños se exponen constantemente a programas de televisión, música, cine, juegos electrónicos y otros medios.
Esto me parece bien, desde el punto de vista del desarrollo del intelecto humano, pero ¿qué pasa cuando se comienza a dar más importancia a estos aparatos que a las cosas más sencillas que siempre han existido, como los juegos al aire libre, armar un rompecabezas, jugar con juegos de mesa o disfrutar de un día de campo.?
Considero que es importante que nuestros hijos aprendan y vayan de la mano con aquéllos avances tecnológicos que día a día cambian el mundo, pero ¿qué hay de la capacidad de asombro que un niño debe tener para vivir su etapa con plenitud?.
A eso me refiero, la capacidad de asombro, que desafortunadamente se va perdiendo poco a poco en las nuevas generaciones, y muchas veces desde pequeños.
La responsabilidad de que no se pierda esa virtud en los niños es de los padres.
Nosotros como padres debemos educar a nuestros hijos en un ambiente que envuelva todos los aspectos, es decir, enseñarles la importancia de aprender de aquellos cambios en la tecnología y la comunicación, pero también al mismo tiempo inculcarles la importancia de vivir su niñez conforme a su edad; conviviendo con la naturaleza, correr, hacer deporte, juegos de mesa y destreza, y sobre todo, valorar las cosas más sencillas que tiene la vida, de tal manera que cuando crezcan, no pierdan esa parte humana y sensible con la cual nacemos