Ana Solís
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Este día de Muertos, el Panteón de San Miguel de Allende se llenó de fieles que fueron a las tumbas de sus familiares para saludarlos en su día.
Las tumbas, decoradas con flores de cempasúchil y nube, eran veladas por los López, los Govea, los Ramírez, los Sánchez, Martínez y otras muchas familias que se dieron cita desde temprano para cumplir con la tradición de visitar a sus difuntos.
A lo largo del cementerio, los mariachis interpretaban el «Amor Eterno»; los troqueros cantaban una y otra vez «Te vas ángel mío» y hasta una banda con todo y tuba llegó al cementerio para acompañar a las familias.
Desde antes de llegar, las calles que rodean el panteón se convirtieron en una fiesta. Ahí los marchantes colocaron puestos de gorditas, tacos, chocomiles, agua, refresco, empanadas y claro, de flores, floreros, botes chileros de todos los tamaños y hasta botecitos de 7 pesos para llevar el agua a las tumbas.
Durante todo el día entraron y salieron los fieles dispuestos a acompañar su familia en su última morada y aprovechar para convivir y vivir una de las tradiciones mexicanas más importantes.
