Ana Luz Solís y Carola Rico
Rob Brambila tiene presente una frase en particular que hasta la fecha no olvida, tanto que decidió que su negocio se llamara así: “Perdón Madre Mía”.
Su negocio es de tatuajes, y la frase la dicen casi todos sus clientes en cuanto él enciende la máquina con la que tatúa las pieles de todos aquellos que deciden pintar su cuerpo con imágenes y colores.
“Arte o rebeldía, cualquier situación es válida cuando se decide entrar al negocio y decir que necesitan marcar su piel, pero el recuerdo de la mamá es generalizado, ella es la que se enojará o apoyará con mayor fuerza”, reconoció Rob, el celayense que decidió llegar a San Miguel de Allende y no se quiere ir.
Rob tiene 26 años, su cabellera larga, sus brazos llenos de dibujos con calaveras y esqueletos dan la imagen de un hombre rudo, oscuro, pero cuando Matilda llora (su bebé) todo cambia.
Los diseños de Rob lo han llevado a ganar varios reconocimientos por su trabajo hecho a conciencia y con dibujos que él, junto con sus clientes, se ponen a diseñar en el escritorio que tiene en la entrada de “Perdón Madre Mía”. Garantiza que no habrá uno igual a menos que otro tatuador lo imite.
“Mi aprendizaje es autodidacta, es de estar viendo en la computadora ya que en la red puedes encontrar a muchos tatuadores. Con sólo verlo puedo saber cómo lo hicieron, cómo se maneja, qué tipo de agujas usaron. Hace tres años empecé a tener el equipo en forma profesional y llevo en este negocio un año”.
Para Rob cada tatuaje tiene su grado de dificultad, no importa si es pequeño es grande, pues para él requiere un grado de concentración elevado.
El tabú de los tatuajes sigue siendo un tema para discutir. La relación entre el pandillerismo y la delincuencia es inminente entre la gente, pero poco a poco va cambiando el concepto. Rob se hizo su primer tatuaje hace 5 años; una calaca en el torso lo volvió el hombre más orgulloso del mundo, pero también el motivo que hizo llorar a su mamá.
Hoy lo recuerda como anécdota y por eso, no tatúa a menores de edad y pone a pensar a los jóvenes que recién cumplen los 18 años y que piensan que por ser mayores de edad, ya pueden hacer de su cuerpo lo que sea, pero Rob, sostiene una seria plática con los exasperados chamacos.
“Lo primero que les digo es si están seguros, que no se va a quitar nunca en la vida. Les pido que lo piensen que lo analicen y cuando estén seguros vuelvan. Hay quienes regresan, otros prefieren esperarse, es mejor hacerlo así a que no tenga remedio y me odien por ser parte de su momento de ofuscación”.
Rob es uno de los tatuadores reconocidos en San Miguel de Allende. Llegó a la ciudad junto con otros socios y pusieron el Huateque, una tienda de tattos en la Ancha de San Antonio, pero luego, al disolverse la sociedad, decide abrir su propio changarro y así lo hizo.
“De la apertura de la tienda la gente nos comenzó a tomar confianza, de que somos profesionales, que hacemos trabajos con fineza y toda la seguridad y limpieza necesaria”.
El trabajo de Rob lo ha convertido en el consentido de los extranjeros que visitan o viven en San Miguel. Llegan con él por recomendación también de ciudades como Querétaro, Celaya o Guanajuato y familiares de extranjeros que viven aquí los visitan.
Hay tatuajes que pueden estar listos en 15 minutos, pero hay otros grandes que se hacen en tres horas y otros que se llegan a hacer hasta en nueve horas, depende del diseño.
“Cada tatuaje hasta el más sencillo tiene su grado de complicación, porque cada piel es diferente, cada tatuaje también”, nos explica Rob.
Los motivos para tatuarse son diversos: en los chavos el saber que ya son mayores de edad, en otros eventualidades importantes, otros por gusto simplemente.
“Eso depende de cada quien, por ejemplo para mí es porque me gustan, pero hay gente que sí se lo hace pensando en un significado y está bien. Puede ser por ejemplo para un familiar, por alguien que murió, un viaje, un sueño o cualquier cosa es buena para el tatuaje”.
Hoy en día un tatuaje profesional, por más pequeño te cuesta de 400 pesos en adelante ya que se paga la calidad del trabajo, las esterilizaciones, las agujas nuevas con cada paciente, el lugar y la tranquilidad de que es un espacio certificado y con todas las medidas que exige Salubridad.