Remembranzas del Parque

Graciela Cruz

El Parque Joaquín Obregón González (hoy Benito Juárez) fue formado entre huertas a principios del siglo XX. Durante la época virreinal resultaba un paisaje privilegiado, abundante  en  flores,  frutos, vertientes de agua y una población multiétnica. “El recreo” o los paseos dominicales y vespertinos en estos parajes fueron parte de la cotidianidad, como también el tránsito de zapateros, albañiles, silleros, pajes, sombrereros, coheteros, ladrilleros, pasamaneros, hortelanos, tejedores, hiladores y cocheros, quienes comprendían a las más de 1,500 almas que habitaron los barrios del Chorro, Carnicería Vieja, “Los Reboceros”, Guadiana, Ojo de Agua, “La Cruz de Cantera”, Valle del Maíz, Cañada de los Aguacates y San Antonio de la Casa Colorada, entre otros.
“El Parque”En la segunda mitad del siglo XIX, el lugar que ocupa actual- mente el parque, perteneció al Lic. Francisco González Torres y a su esposa doña Carmen Gallegos, oriundos de San Fran- cisco del Rincón. En la década de 1890, pasó a manos del Lic. Luis Monroy (originario de la ciudad de México y vecino de San Miguel de Allende), tras una inversión de 800 pesos, con lo cual se formalizó la compraventa de una casa y dos huertas, conocidas con los nombres de “Los Amadores” y “El Antiguo Diezmo”, mismas que formaban una sola propiedad ubicada en el Cuartel 5o, Manzana 58, de la an- tigua calle de Taulindos o Baeza.

En el año de 1899 se adquirió como patrimonio del Distrito Municipal, en su representación el Dr. Ignacio Hernández Macías, jefe político, e Isaac González, procurador segundo del Ayuntamiento. La compra exigió un pago de 900 pesos para don Luis Monroy y sus herederos. El predio comprendía la casa y las dos huertas mencionadas, teniendo por linderos y medidas: al oriente 39.5 metros, mediando la calle de su ubicación con la huerta de don Homobono González, conocida con el nombre de “Santa Elena”. Por el norte, 156.5 metros, en vecindad con los señores Aguado y Ramírez. En el poniente, 48 metros, en los linderos de Miguel Gonzá- lez Larrinúa; y en el sur, 172 metros, teniendo por límites la huerta de don Antonio Viveros. El valor de la finca, además de su extensión y reconocida belleza, provenía de las dos o tres pajas de agua limpia y rodada (por turnos de noche) que tenía concedidas.
El proyecto constructivo del nombrado “Parque Joaquín Obregón González”, exigió algo más que la adquisición formal del sitio, involucrando así un gran esfuerzo de la población sanmiguelense, en la labor de apisonar los caminos, construir puentes y rotondas, bancas y fuentes, edificar un kiosko (hoy desaparecido) para las serenatas y bailes (en su mayoría dominicales) y especialmente en plantar más de mil plantas y árboles de distintas especies, de los cuales se conservan en el presente sólo algunos de ellos.
Es importante mencionar que este recinto porfiriano, fue una de las grandes obras que se realizaron en nuestra ciudad para conmemorar el Centenario de la Independencia de México (1904). Desde el año de 1916 honra con su nombre a Benito Juárez, “El Benemérito de las Américas”.
El Parque Benito Juárez forma parte del vasto patrimonio cultural tangible e intangible, que a través de los tiempos, ha dado su auténtico valor a nuestra ciudad.

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